Nuestra compañera Ana López, maestra de P.T ha escrito un relato titulado " La Sonrisa del Príncipe". Desde este espacio de comunicación, que es el blog del colegio, nos llena de satisfacción que una componente de nuestra comunidad educativa muestre su producción literaria desde nuestro blog, dándole la vida y la utilización con la que nació hace unos meses. Os presentamos el relato y deseamos que os guste.
Antes de ello, dejarnos que agradezcamos a Ana su contribución y le demos ánimos para que siga con su labor creativa.
Hace poco menos de un año que la inesperada sonrisa de un príncipe llegó por primera vez a mi vida, acompañada sin embargo de la confusión, desconcierto, inseguridad y expectación que tal acontecimiento concede en la vida de una corte, donde no se recibían este tipo de visitas en mucho tiempo.
Las Altas Jerarquías (Reyes y Nobleza), habían olvidado lo que supone y acarrea a nivel general, en la organización y vida de la corte, un acontecimiento de tan “especial” magnitud. Los incorporados poco tiempo atrás, apenas creíamos poseer conocimientos necesarios para estar a la altura en unos casos, mientras que el exceso de vanidad en otros, agitaba estremecedoramente aquellos primeros días del primer mes otoñal, que a todas luces, se acertaba complicado, salvo por aquella desconocida sonrisa infantil.
Como embajadora de la corte, me había sido informado, algunos meses atrás por el Consejo de Sabios, que visita y asesora a las diferentes cortes del reino, que para los primeros días de Septiembre, un príncipe infantil, procedente del Reino de
Debo reconocer, que por aquel entonces recibir la noticia me llenó de angustia y cierto rechazo ante lo desconocido. Me resultaba un reto brillante a la vez que duro de afrontar, a pesar de mi consolidada trayectoria como embajadora de la corte en el recibimiento y formación de infantes e infantas de numerosos reinos desconocidos para la mayoría de los mortales. Jamás antes había recibido ningún príncipe del Reino de
Por esta razón decidí invertir el tiempo restante desde que recibí la noticia, hasta la llegada del pequeño infante, en documentarme sobre como son, y de que modo se ha de tratar a las personas que pueblan el Reino de
Ahora recuerdo todo aquello con nostalgia, sonrío y doy gracias. Jamás imaginé que el destino me tuviese reservada una experiencia tan maravillosa como la que comencé junto a la personita (por su corta edad) que inspira estas letras hace poco menos de un año.
No existen manuales ni documentos universales y válidos para todo ser humano que nos enseñen como recibir, conocer, empatizar, convivir y formar a las personas, pertenezcan al reino que pertenezcan. Cada uno somos únicos e irrepetibles, con nuestras características y misterios personales, mucho menos a las personas del Reino de
Algo en mi interior decía, que hasta que no le tuviera delante de mí, de poco serviría la lectura de manuales generales y universales. Hasta que no le tuviera delante de mí, de poco serviría hacer conjeturas sobre tal o cual cosa, tener miedos o dudas. Hasta que no le tuviera ante mí y pudiera gozar del placer de mirarme en sus ojos, observarle y acercarme a él, de poco serviría ninguna actuación que en este momento, futurizase poder establecer, y así fue.
Los días con un solo dígito del primer mes otoñal, la corte amanecía revolucionada desde primeras horas de la mañana. Las Altas Jerarquías reunían a todas horas a sus embajadores y vasallos. El ajetreo de cortesanos que entraban y salían con papeles en mano; la revisión y equipación de estancias; el reparto de tareas; la asignación de cargos de mayor relevancia; la atención a visitas; limpieza; el establecimiento de turnos de vigilancia; la comprobación del estado optimo de los servicios, así como la recepción de numerosos mercaderes, dispuestos a abastecernos en la noble corte para todo el año. Era tiempo de ponerla a punto.
Recién iniciados los días con dos dígitos de este primer mes otoñal, se produjo el encuentro. Recuerdo que me encontraba en mi estancia organizando el trabajo de aquellos días cuando fui informada de la llegada del príncipe infantil. Aplacé la tarea que tenía entre manos y sumida en mis pensamientos me dirigí a la sala donde se encontraba, sonriendo ante aquel encuentro tan anhelado a la vez que temido.
Al abrir la puerta, observé que aquel espacio parecía estar ocupada tan solo por dos personas adultas. Reconocí a una cortesana acompañada por una mujer con cara de preocupación, que sonrió levemente al dirigirme hacia ella, presentándome con una sonrisa.
Próximo a mí escuché un sonido difícil de definir, repetido, cíclico. Fui dando la vuelta sobre mí misma y detrás de un mueble alto, lo ví, era él, el príncipe infantil, de rodillas en el suelo sujetaba entre sus manos un pequeño carrito de madera con dos ruedas pintadas de colores, haciéndolas girar vertiginosamente, una vez tras otra. Era tanto su ahínco en verla girar, que por momentos aproximaba tanto la vista a la rueda que bizqueaba sin cesar, mientras con ímpetu imprimía de nuevo velocidad a la rueda para que esta no parase de girar. Por un rato quedé allí de pie, observando el entretenido juego de mi joven infante.
Los rizos rubios, dorados cual moneda rubia antigua le cubrían el rostro, a penas acertaba a verle con total claridad. Miré a las dos mujeres que quedaban sentadas tras de mí. Las dos me imploraban con su mirada de esperanza, algún comentario. No dije nada, sonreí de nuevo y le seguí observando. Minutos mas tarde me
dirigí a la madre e iniciamos una conversación pausada y provechosa, donde esta manifestó sus preocupaciones sobre la especial formación del infante, sus miedos y angustias. Humildemente le ofrecí toda la ayuda de que disponía y me comprometí desde aquel momento a asegurar, que todo lo que pudiera hacer en el trabajo con el joven infante, se realizaría, por nosotros no iba a quedar. De igual modo le informé que el trabajo con un príncipe infantil del Reino de
Aliviada un tanto más de su angustia al verse arropada, comprendida y apoyada en tan delicada tarea por nuestro reino, la madre respiró hondo a la vez que esbozó una sonrisa nueva, esta vez más marcada.
Me levanté y en silencio fui hacia el príncipe infantil despacio, me situé frente a él, pero no se inmutó, siguió jugando. Me arrodille a su altura y lo miré. Era hermoso, una criatura maravillosa. Le llamé por su nombre, no respondió. Agaché tanto mi cabeza que a poco pego la oreja al suelo para ver sus ojos, resultaba complicado. Entonces antes de hacerme contorsionista, acerté a quitarle el carrito de la mano. De manera fugaz sus ojos se cruzaron con los míos por azar, al abalanzarse sobre el carrito, lo cogió en su mano, lo solté. Fue nuestro primer contacto, a partir de aquel momento toda la incertidumbre y desasosiego que me acompañó hasta aquel instante, comenzó a esfumarse.
Nada más salir de aquella estancia, solicité una reunión urgente donde estuvieran presentes algunos cortesanos/as, y como no,
Los días de sucedieron y la puesta a punto dio sus frutos. En poco menos de un par de semanas la vida de la corte recobraba su calma habitual, bañada por la armonía y orden que por sí la caracterizan.
Asesoradas correctamente por los expertos sobre qué pautas se deben seguir para abordar el trabajo con las personas del Reino de
En la región de la formación especial a la cual me dedico y siendo a la vez embajadora de la misma en la corte, mi trabajo empezó a desarrollarse como se tiene por costumbre con la mayoría de príncipes y princesas que cada año se instalan bajo nuestra tutela en su periodo de formación. Excepto una salvedad, el joven príncipe infantil.
Mis primeros encuentros con él, los dediqué sutilmente a observarle, conocerle, marcando la distancia prudente que permite el desconocimiento, así como el deseo por descifrar el enigma desconocido, sin interferir en su actividad. Ardua tarea supuso. Gradualmente fui estudiando el modo de hacerme patente ante él; en su juego, actividad, facilitando el acercamiento en pos del rechazo, y lo logré. La sutileza de mi proximidad acompañada de la acertada elección de los objetos de apego (cualquier objeto de pequeño tamaño que lograse girar o rular), tras un periodo de observación exitoso, me permitió ese primer punto de amarre entre él y yo.
El príncipe infantil era visitado por mi tan sólo una hora al día. El resto del tiempo de formación diaria, permanecía dentro de las salas formativas para infantes de su edad y atendido por formadores aleccionados
al igual que yo por los expertos en el trato con personas como él.
Logrado el primer objetivo que era establecer el contacto con el príncipe, lo cual llevó su tiempo, aunque contado así suene bastante más sencillo, me propuse limitar su periodo de aislamiento del resto del grupo, favoreciendo de algún modo la comunicación y socialización, pues mi querido príncipe solía campar a sus anchas por la sala sumido en su propio juego. Por ello me convertí en instrumento de referencia para lograr lo que se proponía. Puesto que aceptaba el acercamiento, la proximidad y el contacto a pequeñas dosis, junto a los objetos de apego, añadí unas cuantas gotitas de cariño y ternura. El cóctel surtió efecto, el príncipe infantil se sentía a gusto sentado en el suelo, entre mis piernas y usándome como instrumento en la satisfacción de sus juegos y necesidades, al hacerle girar o rodar los objetos. A partir de aquel momento acepté convertirme en vehículo facilitador de satisfacción para mi joven amigo.
El siguiente paso consistió en llevar a cabo la misma actividad con los objetos de referencia dentro del corro que el grupo de alumnos, dirigidos por el formador, conformaban. En este punto nos mantuvimos durante bastante tiempo. Costó trabajo que aceptase mantenerse dentro del grupo, pues el barullo que creaban el resto de infantes, alteraba sobremanera, el comportamiento de nuestro querido príncipe. Por tanto, la exposición al grupo fue gradual, siempre acompañada de objetos de apego o referencia, mi cariño y ternura a la hora de acariciarle: brazos, manos, muslos, piernas, cabeza y cara dulcemente a la vez que le susurraba al oído alguna cancioncilla corta y repetitiva, en los momentos en los que se alteraba demasiado, se ponía tenso o agitado. En otras ocasiones salíamos del grupo a otro espacio de la sala y para calmarle iniciaba una serie de juegos circulares, que además de llamar su atención, esperaba, repetía y disfrutaba. Si, disfrutaba. Fue así, recuerdo, en el transcurso de uno de aquellos primeros juegos circulares donde por primera vez le vi SONREIR, más aún, no solo sonrió, sino que RIÓ.
Los ojos se me abrieron como platos, quedé perpleja, no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Repetí la
secuencia e idéntica respuesta obtuve. El sol atravesó la vidriera de múltiples colores para iluminar aquella sonrisa, la más maravillosa y enigmática sonrisa que jamás ví, la sonrisa del príncipe.
En las sucesivas reuniones que mantuvimos el grupo formado del príncipe infantil con las Altas Jerarquías de la corte, el Grupo de Expertos, Consejo de Sabios y familia del joven infante, fuimos informando de los avances que íbamos obteniendo en nuestro trabajo con él y que ellos mismos pudieron observar.
A escasos días de finalizar el periodo formativo anual, valoramos que la mayoría de metas que nos habíamos planteado con él estaban dando pequeños frutos. Habíamos logrado establecer un proceso comunicativo a través del lenguaje no verbal. Facilitamos el acercamiento y contacto con adultos a la vez que lo derivamos hacia los iguales, a través de un costoso proceso de socialización, que aún se encuentra en sus inicios. Adquirió algunos hábitos y rutinas necesarios tanto en la sala de formación, como en otras estancias de la corte acompañado y dirigido en la mayoría de ocasiones, de forma espontánea en otras. Acató el principio de autoridad que formadores y familia mantuvimos con él con bastante asiduidad. Participó en numerosas y diversas actividades culturales: fué pastorcillo en la representación navideña y acompañó los villancicos al iluminado y pobre pesebre; acudió a representaciones teatrales y alguna que otra presentación de cuentos infantiles; desfiló en carnaval; presenció formidables cuentacuentos que nuestra corte organiza a finales del mes de Abril cada año en su archiconocida “Semana de las Letras”; logró viajar con el resto de infantes/as de su edad a conocer la fauna y flora de nuestros alrededores; recibió el verano en la fiesta del agua y acudió a más de un banquete, siempre acompañado por el resto de infantes/as de su misma edad que le acogen y cuidan con muchísimo cariño, además de por alguna de las especiales formadoras que trabajamos con él.
Todo esto supuso un trabajo coordinado, metódico, entretenido y muy elaborado para un solo sujeto en relación a la organización del trabajo para el resto de príncipes y princesas de otros reinos.
La coordinación entre las diversas formadoras que trabajamos con él resultó esencial, además fue del punto
de arranque básico de todo el proceso que posteriormente se desarrolló. De igual forma, la relación con la familia supuso un punto de inflexión en el trabajo con el príncipe, les aportamos tranquilidad a los miembros de la misma, les formamos e informamos buscando su colaboración y la encontramos.
El aspecto metódico de la tarea nos facilitó la confianza de saber qué hay que hacer, aplicarlo y registrar los resultados para la próxima valoración y/o revisión. Del mismo modo nos ayudó como elemento de evaluación y modificación de aquello que una vez aplicado, vimos que no daba resultado. De este modo dimos continuidad a lo iniciado
El trabajo es entretenido pues resulta variable la respuesta del príncipe de una vez a otra, no siempre sabes cómo va a reaccionar, por lo que se debe tener preparado un de repertorio conductas alternativas a la respuesta esperada. Requiere dedicación de tiempo, sin escatimar en él.
La elaboración de materiales de trabajo es altamente funcional, dirigida, directa y adaptada. Supone la creación de materiales muy personalizados (aunque en algunas ocasiones adecuando el material general, también puede ser válido para nuestro príncipe), muy variados y manipulativos, cada uno con una misión distinta, que se adapten a las características y necesidades propias de nuestro príncipe y se aplican por anticipado a cada acción y/o actividad de su vida, limitando así su incertidumbre y dotándolo de seguridad.
Pero después de todo esto alguien puede decir que nuestro príncipe infantil aún no sabe su nombre, aún lleva pañal, aún no habla, pide las cosas cogiendo tu mano y llevándote próxima al objeto y señalándolo tan solo con su dedo índice. Y yo me pregunto: ¿Acaso es eso tan importante en este momento?
He aquí lo importante… después de todo esto, nuestro príncipe es ante todo FELIZ; después de todo esto, comparte una vida normalizada en una corte junto a niños de su edad y se beneficia de ello; después de todo esto, participa en todas las actividades al igual que el resto de infantes/as; después de todo esto, recibe las mismas experiencias y modelos normalizados de conducta que el resto; después de todo esto, convive en las mismas estancias, salas, espacios y rincones que los infantes de su edad; después de todo esto, disfruta de la atención, cariño y cuidados que requiere tanto por parte de sus iguales como por los adultos; después de todo esto, se enriquece con la especial atención que le brindamos diariamente; después de todo esto, está enseñando mucho a esos pequeños que le acompañan y que algún día crecerán y serán adultos, sobre la y diversidad de personas que poblamos este planeta y no todos pertenecemos al Reino de
Y si hay algo para mí verdaderamente importante en esta divina experiencia que me ha tocado vivir, es que a todas luces podemos decir que es un niño REALMENTE FELIZ. Si con algo me quedo de todo ello es con su SONRISA.
Nuestro príncipe infantil camina de la mano por la corte, dedicando una mirada no, porque las tiene escasas aún, pero una sonrisa a todo aquel que se cruza con él. Se deja coger, mimar y saludar por todos las formadoras especiales o no, que convivimos con él.
y… quizá hoy no se acabe el mundo por no saber tu nombre
y … quizá hoy tampoco se acabe el mundo por llevar pañal con tres años
y… quizá tampoco se acabe el mundo si no hablas fuerte y claro hoy
como tampoco hoy se acabará si utilizas el dedo para señalar lo que deseas.
Lo que sería realmente triste es que un niño no SONRIERA hoy.
Este ha sido nuestro máximo logro. Por ello decidí establecer como título del relato: “
Durante un tiempo dudé si titularlo: “Ya te lo leeré”, porque realmente deseo poder hacerlo algún día, y si esto no fuera posible, aún me quedará la satisfacción de que tú, príncipe infantil, me hayas inspirado estas letras. Finalmente lo dejo como uno de mis esperanzados deseos.
Mientras tanto en la corte estamos de nuevo revolucionados, se agotan nuevamente los días de un solo dígito del primer mes otoñal y en breve estarás de nuevo con nosotros. Te esperamos.
3 comentarios:
Muy buena experiencia y muchas gracias por compartirla. Da gusto ver que los maestros amen su trabajo y lo hagan con dedicación, profesionalidad y tanta ilusión como se nota en tí. Es estupenda esa predilección por los más débiles y que no te des nunca por vencida. Felicidades y mucho, mucho ánimo. Sigue trabajando así y contándonoslo, aunque no sea en forma de cuento, que hacer literatura es otro tema (entre tantas subordinadas te haces un lío con las comas y los puntos, pero seguro que te seguirás esforzando en la redacción). Ojalá continúes así de entusiasta.
¡Viva la República! Que pena tanta Alta Jerarquía, ¿en este cole no trabajáis como los Caballeros de la Tabla Redonda: Labor de equipo, cada uno con su tarea y responsabilidad, pero todos iguales? Espero que te vaya muy bien y que la mesa redonda funcione. Saludos y mucha suerte.
P.D. Sí, tienes que escribir con frases más cortitas ¡Uff!
AY ANA¡¡¡
SIN PALABRAS¡ "Y nunca mejor dicho" ojala que algún día el principito comprenda su historia.
Has reflejado la esencia y su realidad. Es precioso el relato.
Con profesional así(tan humanas)le será muy fácil continuar su camino.
Cuenta con mi pequeñita experiencia, en el trabajo de la corte.
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